Un muro de hierro, acero y madera

El Nottingham se dejó una gran parte de sus aspiraciones a jugar las eliminatorias de ascenso con un empate (0-0) ante el Barnsley en el partido de Championship que ambos jugaron el sábado en City Ground. Hasta cuatro veces remataron los delanteros del Forest al poste en una tarde de mucha tensión, bastantes nervios y desesperanza a orillas del Trent. El Forest no está del todo muerto, como la bruja de El mago de Oz de la que mucho se ha hablado en Inglaterra, pero ahora debe confiar en que el Cardiff o el Blackpool le hagan un favor y derroten al Bolton.

Justo en la semana que se dio sepultura al cuerpo de Margaret Thatcher, Nottingham y Barnsley, territorio de minas, de extracción de carbón y de industria manufacturera se vieron las caras en un duelo del que el Forest salió tan deprimido como Nottingham acabó en los 80 gracias a las políticas de la Dama de Hierro. Los delanteros del Forest se vieron reducidos a la nada en una primera parte de muchos fallos y juego errático. Aún menos demostró el Barnsley, que se sostuvo gracias a los puños de acero de su portero, Luke Steele, la madera de los postes y al poco juego del Forest.

Los hombres de Davies han perdido el dinamismo de los primeros partidos con el escocés. Ahora les puede la responsabilidad, la necesidad de ganar puntos para mantenerse entre los seis primeros, como a los mineros de Nottingham les pesaba la presión de la policía sobre los pozos durante la huelga. El juego es más previsible y cansino. Pocos jugadores se atreven a encarar y acaban retrasando el balón a la defensa. En una primera parte con poco juego, tan sólo Chris Cohen, todo corazón y ganas, lo intentó con criterio por la banda izquierda. 

En la segunda parte, con la necesidad de los puntos, el Forest se fue mucho más arriba. Karl Darlow bien podía haber privatizado los servicios de su portería, siguiendo el ejemplo de Thatcher con el ferrocarril, y no se hubiese notado para nada la falta de calidad y de inversión porque apenas tuvo que intervenir para bloquear un remate casi al final del partido. Tras el descanso el Forest negó el balón al rival, y el Barnsley se vio sin recursos. Los de Nottingham, como si tratasen de recuperar las Malvinas invadidas por el enemigo, se lanzaron al ataque con todos sus efectivos. Pero les faltó acierto, coordinación y algo de cabeza fría. El islote resistió el ataque del invasor y los de Yorkshire impidieron por todos los medios que la portería de Steele cayese en manos de los colonos de rojo.

Lo intentó Reid desde fuera del área, pero se encontró con las yemas de los dedos de Steele. También Lansbury, de cabezazo en plancha, pero el balón acabó de nuevo en las manos de Steele. Minutos más tarde, una volea de Sharp por fin superó al férreo cancerbero visitante, pero se estrelló en el poste derecho de la portería. Un muro invisible parecía proteger la portería, como los escudos de la policía se amontonaron en Trafalgar Square ante las multitudinarias manifestaciones en protesta por el Poll Tax que supusieron la muerte política de la Dama de Hierro. 

Al final Billy Davies puso en el campo todas las opciones ofensivas que tenía. Entraron McGugan y Blackstock. Por si fuera poco, el todoterreno Halford abandonó el lateral y se incrustó también en el área rival. Pero no hubo suerte. O, quizás, no se buscó con el suficiente criterio. Un ataque alocado, de poca pausa y demasiado corazón, como los mineros de Yorkshire y Nottinghamshire. Igual que ellos, el ánimo del Forest acabó aplastado y aniquilado ante los muros de hierro del poder londinense.