Casi como por arte de magia, y cuando más negras se veían las nubes sobre Nottingham, el Forest se encontró este fin de semana fuera de los puestos de descenso a League 1, gracias a su victoria en The City Ground ante el Coventry (2-0), la sanción de diez puntos al Portsmouth por declararse en suspensión de pagos y la derrota del Doncaster en su duelo local a manos del Leeds. Además, las buenas noticias de la semana se redondearon con la derrota del Bristol City, otro de los implicados en la lucha por la permanencia. Una concatenación de circunstancias que, sin embargo, no podrían entenderse sin la carrera poderosa, voluntariosa, plena de velocidad y regates de Garath McLeary, un modesto del fútbol que vive un momento dulce en las últimas semanas rescatando al Forest con su descaro y sus goles.
Asegura un proverbio chino que el aleteo de una mariposa en oriente podría llegar a sentirse en Nueva York, y en el caso del Forest este fin de semana, un robo de balón de McLeary casi en su propia área acabó mandando ondas de optimismo a toda la ciudad y un vuelco en la clasificación de norte a sur del país.
Pero antes de llegar a los goles, el Forest sufrió muchísimo. Tanto los locales como el Coventry demostraron que son candidatos al descenso por méritos (o deméritos según se mire) propios. Los dos equipos se combinaron en un concierto de pelotazos, imprecisiones, nervios y balones perdidos para ofrecerle al espectador posiblemente los peores cuarenta y cinco minutos de fútbol que se han visto en The City Ground en los últimos años, incluyendo las tres temporadas en el pozo de League 1. Ante la lesión de Miller, Steve Cotterill decidió alinear de inicio sólo un delantero, formando a su equipo en un 4-2-3-1, con la defensa sin cambios, Guedioura y Moussi en el doble pivote y el irlandés Andy Reid por detrás de Marcus Tudgay. El Coventry por su parte, se confió a la presencia física de Platt y la velocidad del joven Nimely en ataque. Para éste último fue posiblemente la mejor ocasión de la primera parte, si a un disparo alto desde la frontal del área se le puede considerar como tal. En el Forest, un disparo cruzado de McLeary y una semivolea de Tudgay, ambos fuera, fue todo lo que pudo contarse.
Es cierto que el equipo no ayudó en nada, pero también es necesario apuntar que mucha culpa de los nervios que los jugadores mostraron sobre el césped hay que apuntársela al público. Desde el primer minuto de juego, los 20.000 espectadores dieron escasa tregua a su equipo. Se respiraba la importancia del partido en el ambiente, donde la tensión podía cortarse con un cuchillo. Los primeros errores del equipo se encontraron con murmullos, de allí se pasó a los pitos y los gritos, y se acabó con los abucheos al llegar al descanso. Los seguidores del Forest deberían darse cuenta que las victorias en Europa están en los libros o en las películas, pero la realidad ahora es la de un equipo que necesita hacerse fuerte en casa. La salvación pasa por ganar en The City Ground a los rivales directos al Forest, y es necesario que ese exigente jugador número doce también ponga de su parte. Ahora muchos se dan cuenta de lo injustos que fueron con Nigel Doughty en sus aceradas críticas. Deberían rectificar y apoyar todo lo posible durante los 90 minutos de cada partido antes de que sea demasiado tarde y, como con Doughty, luego haya que lamentar la pérdida.
Tras la pitada que despidió a los jugadores al descanso, Steve Cotterill decidió cambiar la táctica en busca de la necesitada victoria. Dexter Blackstock y Robbie Findley entraron al inicio de la segunda parte sustituyendo a Tudgay y Wootton. El efecto en cadena fue positivo para el Forest. Gunter volvió al lateral derecho, del que no debería salir, Reid se colocó en la banda izquierda, McLeary en la derecha, con Blackstock y Findley en punta. Un clásico 4-4-2 que dio sus frutos. Aunque hubo que esperar. El primer cuarto de hora de la reanudación fue del Forest por completo. McLeary y Gunter se combinaron bien por la banda derecha y Blackstock cambió la dinámica del ataque del Forest. Aunque no marcó ninguno de los dos tantos de su equipo, Blackstock posiblemente fue el mejor del partido. Entró con ganas, se ofreció, peleó los balones divididos y, sobre todo, hizo pensar a la defensa del Coventry. Supo aguantar el balón mucho mejor que Tudgay.
Tras un buen cuarto de hora, en el que Blackstock mandó un balón al poste y la cara de Murphy salvó un remate a bocajarro de Reid, el Forest volvió a desdibujarse. De nuevo los problemas que ya son familiares. El equipo pierde la forma, la defensa recula demasiado hacia su área y se deja mucho espacio al rival. Por fortuna, esta vez Baker no lo aprovecho y sus centros desde la banda llevaron poco peligro.
Fue entonces, en el momento en el que el Forest parecía asomarse al abismo de nuevo, cuando McLeary robó un balón cerca de la banda derecha, casi en su área. Y se puso a correr. Gunter le dobló por la derecha, pero Mc Leary siguió corriendo. Blacktock se desmarcó a su izquierda, pero él continuó galopando. Le salió un defensa del Coventry al encuentro, y lo dejó atrás con su velocidad. Entonces, ya cerca del área, la grada le pedía que pasara a alguien, pero McLeary decidió confiar en sí mismo. Se deshizo del central con un amago con la cadera y, justo en la frontal, disparó raso ajustado al poste derecho. Gol. El tanto que podría salvar la temporada del Forest, la genialidad de un modesto chaval de Bromley, un futbolista diferente. McLeary tiene estrella, como si tuviera marcado en su frente desde pequeño que va a ser alguien especial. No se corta y tiene la sonrisa de esos pillos que disfrutan con los trucos al rival. Es rápido, puede disparar con potencia y su técnica es depurada. Un futbolista de los que escasean en esta división. Es, además, un jornalero del balón, que ha jugado en las catacumbas del fútbol inglés y ahora brilla en un Forest plagado de viejas glorias. Bien haría el Forest en atarlo cuanto antes.
Una pequeña lesión en los abductores obligó a McLeary a retirarse un par de minutos después de su gol, pero el Forest ya casi no sufrió. El Coventry, aunque colgó algún balón, recibió el tanto como un puñal. Poco después, Andy Reid se situó en la derecha. Jugando a banda cambiada, el rellenito irlandés envió un centro medido al corazón del área, que Robbie Findley controló con maestría con el pecho y remató sutilmente cruzado para asegurar los tres puntos.
Una victoria que devuelve la esperanza a un Forest que estaba cada vez más hundido. Aún quedan muchos partidos, sobre todo en casa, contra rivales directos. Y como los últimos siete días han demostrado, no hace falta mucho para que todo cambie. El Forest empezó la semana a seis puntos de la permanencia y la acaba tres por encima del descenso. Y todo lo que hizo falta para ello fue el aleteo de una mariposa en Tokio, las deudas del Portsmouth y la cabalgada de un jugador modesto por la banda derecha de City Ground.